Chile ha tenido un gran desarrollo en el uso de la energía fotovoltaica, pero ya se avecina un gran desafío: qué hacer cuando los módulos solares cumplan su vida útil. Si bien, algunas cantidades de estos han venido desechándose, se estima que cerca de 2030 comenzará el verdadero dolor de cabeza sino se ha logrado resolver el problema.

Se estima que, en el mundo, podrían quedar en desuso unos ocho millones de toneladas de este tipo hacia 2030, de las cuales unas 40 mil estarían en nuestro país. Por su parte, al 2050 podría haber 80 millones de toneladas de estos residuos en el planeta y más de 300 mil en Chile. Sin duda, este posible panorama oscurecería bastante la imagen de desarrollo sostenible alcanzado por la energía solar. 

En 2010 comenzaron a construirse las primeras plantas solares a gran escala en el país. A la fecha existen más de 13 millones de paneles en uso. Con una duración estimada de 25 a 30 años, aunque menor en el norte por las condiciones climáticas, hacia fines de la década debiese comenzar un recambio de estos módulos, sobre todo, por pérdida eficiencia.    

El desafío será que no se envíen a la basura millones de toneladas, que -además de materiales como cobre, silicio, plata y aluminio- contienen elementos tóxicos como cadmio o plomo. 

Los paneles solares pueden reutilizarse, pero pierden eficiencia. Sin embargo, en zonas aisladas podrían ser una buena opción. Si se opta por su reciclaje, como se constituyen -fundamentalmente- de aluminio y vidrio en un 85 por ciento, son altamente recuperables y podría impulsarse una industria al respecto. 

Se calcula que hasta el 94 por ciento de sus componentes podrían ser recuperado. El punto está en que en Chile no existe tecnología para rescatar el silicio, la plata y otros elementos de las celdas solares, 

A nivel internacional, el reciclaje de estos módulos no ha probado ser rentable, aunque en el país algunas universidades impulsan alternativas piloto.