Muchas veces escuchamos que la disminución de la capacidad mental y el deterioro cognitivo, ya sea leve o mayor, es una consecuencia de la vejez. Lo asumimos por el gran volumen de personas que lo presentan. Sin embargo, no es normal que esto suceda y debemos prevenir su aparición. Entre los factores que la gatillan está uno que pasa casi desapercibido: la baja cantidad y calidad del sueño.
En efecto, la demencia, o más bien, el trastorno neurocognitivo, es una consecuencia del mal envejecer. Así lo afirma el neuropsicólogo y doctor en neurociencia, Prof. Norman López, quien destaca que sus causas están en los factores genéticos de las personas (en menor medida) y, en mayor medida, por los estilos de vida que llevamos (sedentarismo, obesidad, diabetes, hipertensión, tabaquismo, estrés, etc.). Entre estos últimos está el sueño y los múltiples problemas de salud que trae dormir mal y menos de lo que debemos.
El sueño y la salud del cerebro
Para tener un sueño reparador una persona adulta debe dormir entre 7 y 9 horas; ya que en ese periodo deben darse las cuatro fases del sueño, con sus respectivos cambios en la actividad eléctrica del cerebro. Sólo después de este proceso completo, el cuerpo podrá enfrentar un nuevo día de manera saludable.
¿Qué pasa cuando esto no se cumple?: “quienes duermen poco y mal durante años pueden comenzar a experimentar aumento de peso, ansiedad, enfermedades cardiovasculares, problemas de memoria, entre otras manifestaciones del sistema nervioso y enfermedades neurológicas; incluso, mayores complicaciones con la menopausia, en el caso de las mujeres”, indicó López.

Por si esto fuera poco, añadió: “Muchas personas con mal dormir llegan a experimentar dolor de cabeza tensional, migraña, sinusitis o tensión muscular. Además, está el problema de la perdida de tejido cerebral y atrofia cerebral. Aunque es normal que nuestro cerebro pierde masa con el paso del tiempo, este proceso puede acelerarse en personas con una calidad de sueño deficiente; lo que incrementa el riesgo de problemas neurofisiológicos más graves, como deterioro cognitivo o enfermedades neurodegenerativas. Por lo que mejorar el sueño no sólo beneficia la salud general, sino también la del cerebro a largo plazo”.
Entonces, ¿qué es lo ideal para mejorar nuestra calidad? El doctor en neurociencia recomienda ir al médico y ver si hay problemas de salud mental que interfieran con el descanso. Una vez resuelto este tema se pueden indicar medicamentos para facilitar un mejor sueño.
Para prevenir los problemas del sueño o impedir que se agudicen, plantea que hay hábitos fundamentales que se pueden incorporar: “no comer ni tomar té o café menos de cuatro horas antes de dormir, no usar pantallas antes de acostarse, practicar técnicas de relajación o meditación previas al descanso, oscurecer la habitación (somos seres circadianos y necesitamos la oscuridad para dormir bien). Todo esfuerzo valdrá la pena para mejorar ese tiempo que representa un tercio de nuestras vidas, el sueño”, concluye.


