Estamos viviendo más años que nunca en la historia de la Humanidad y este cambio trae consigo un aumento de problemas ligados al envejecimiento. En este sentido, las cifras proyectadas en enfermedades neurodegenerativas son abrumadoras. Más específicamente, al 2050 se proyecta que 153 millones de personas padezcan algún tipo de demencia, el triple de las que tenía el planeta en  2019.

¿Alguna salida ante este panorama?, la revista The Lancet publicó recientemente que un 45% de estas patologías se podría evitar atacando los 14 factores de riesgo que más inciden en su desarrollo.

De los condicionantes que facilitan la aparición de la demencia, claro está que la edad y la genética son determinantes. Sin embargo, los científicos insisten en que hay factores vinculados al ambiente, la conducta y la condición de salud de las personas que podrían ayudar, prevenir o, en último caso, retrasar la aparición de esta enfermedad.

Entre las variables ligadas a la salud de las personas, el informe enfatiza la importancia de solucionar problemas de visión, de audición, tratar la depresión y prevenir traumatismos craneales. Otras, identificadas para prevenir la demencia, son condiciones de salud modificables adquiriendo hábitos saludables de vida. En este grupo están, la diabetes, el colesterol alto, la hipertensión, la obesidad, la inactividad física, el tabaquismo y el consumo de alcohol.

En el grupo de factores de prevención, vinculados al contexto en que se desarrollan las personas, los autores de la publicación señalan a la polución del aire. Es así como, la contaminación por partículas finas en suspensión (PM2,5 y PM10) es considerada como elemento de riesgo de deterioro cognitivo. De hecho, señalan: “un indicador de la contaminación del aire en el hogar, se asocia con un mayor riesgo de demencia y un deterioro cognitivo acelerado entre los adultos de mediana edad”.

Otro factor ambiental a observar sería el bajo nivel educacional. Una buena educación se ha asociado con una buena estimulación cognitiva.  Asimismo, el estudio releva la importancia de “ser cognitivamente, física y socialmente activo en la mediana edad (entre los 18 y los 65 años) y en la vejez”, porque la estimulación cognitiva en la adultez puede significar una diferencia en el diagnóstico, incluso en aquellas personas que no recibieron una buena instrucción en su juventud.

No obstante, el trabajo para prevenir la demencia que hagan las personas en sus vidas, las variables que menciona el estudio de The Lancet tienen relación con las determinantes sociales de la salud y la importancia de abordar este problema desde lo estructural, fortaleciendo los sistemas de salud, y mejorando las condiciones de vida de las comunidades. 

Así lo indicó Claudia Cooper, codirectora de la Unidad de Investigación de Políticas de Demencia y Neurodegeneración del Instituto Nacional de Investigación en Salud y Cuidados del Reino Unido, al portal Science Media Center, “Las condiciones socioeconómicas en las que vive una persona afectan profundamente sus posibilidades de sufrir demencia, a través de la dieta que consume, la atención médica que recibe e incluso el grado de contaminación del aire que respira”.