La neurotecnología busca comprender el cerebro y las tecnologías que interactúan con él. Sin embargo, su gran potencial para acceder y manipular los sistemas neuronales mantiene alertas a un sinnúmero de expertos. De allí surge la natural necesidad de querer regular este campo abordando consideraciones éticas esenciales como la identidad y dignidad humanas, la libertad de pensamiento y la privacidad, entre otras. Chile es pionero en este ámbito.

El Comité Internacional de Bioética de la UNESCO abogó en 2022 por el reconocimiento de nuevos derechos humanos: los neuroderechos. El año pasado, la misma entidad organizó una Conferencia, donde los participantes coincidieron en que se requiere un marco de gobernanza global para aprovechar el potencial de la neurotecnología y hacer frente a los riesgos que presenta. 

Nuestro país es pionero mundial al legislar en 2021 sobre los derechos del cerebro.  Aprobó una reforma constitucional, la cual establece que el desarrollo científico y tecnológico, “estará al servicio de las personas y se llevará a cabo con respeto a la vida y a la integridad física y psíquica”. Asimismo, que la ley “regulará los requisitos, condiciones y restricciones para su utilización en las personas, debiendo resguardar especialmente la actividad cerebral, así como la información proveniente de ella.”

Proteger a las personas del uso inadecuado de las neurotecnologías es una iniciativa originada en la Universidad de Columbia y dio origen a la Fundación Neurorights. Su presidente, el neurobiólogo Rafael Yuste, visitó Chile en 2019 -en el marco del Congreso Futuro- y allí quedó sembrada la preocupación que impulsó nuestra legislación.   

La UNESCO ha destacado el aporte de esta tecnología, al ofrecer esperanzas de contribuir a abordar los trastornos mentales y neurológicos resistentes a tratamiento, así como reducir el número de muertes y discapacidades relacionadas. Sin embargo, como interactúa directamente con el cerebro, enfatiza que “su rápido avance y mercantilización plantea problemas éticos, legales y sociales únicos que deben abordarse”. 

Preocupa, entre otros, que accedan a la información guardada en el cerebro al registrar y transmitir datos neuronales. De esta manera, si bien, se está mejorando la calidad de vida de las personas, su aplicación conlleva también riesgos para su privacidad o seguridad, lo cual se busca resguardar. 

Por ello, surgen los neuroderechos o nuevos derechos humanos, como los que ha propuesto Neurorights que se incluyan en la Declaración Universal, los cuales buscan proteger el cerebro y su actividad. Estos son: derecho a la privacidad mental, a la identidad personal, al libre albedrío:  a un acceso justo y equitativo al aumento cognitivo y protección contra el sesgo.